Gracias a la vida he sido bendecida con amigas excelentes, cariñosas, inteligente y sí, medio locas. Ellas hacen que mi paso por este mundo sea más divertido, agradable y especial. Ellas saben quiénes son. No obstante, de camino he conocido a unas cuantas diablillas que fueron más “eneamigas” que amigas. Demás está decir que no son parte de mi vida. Lee mi primera historia de horror un poco más abajo. Si tienes alguna anécdota interesante como esta, compártela y podría aparecer como un “post” en el blog.
La egocentrista
La última Coca-Cola en el desierto fue amiga mía. Así como lo lees. La conocí en la universidad mientras terminaba de escribir en computadora un trabajo para una clase de relaciones públicas. Ella me sonrió, hablamos y entablamos una corta y tormentosa amistad. Al principio todo era perfecto: almuerzos casuales, entrenamiento en el gimnasio, salidas por las noches a los lugares más populares de la ciudad y horas de conversaciones femeninas. Con el tiempo me di cuenta que ella dominaba todas nuestras charlas con sus constantes problemas con un novio gringo y sus frustraciones profesionales. Cada vez que yo quería hablar sobre mi novio, empleo o planes, ella me interrumpía de la manera más descortés y seguía con su monólogo aburrido. Yo, como buena amiga la escuchaba. Compartimos por promedio de tres meses y aunque tenía cosas que me molestaban, siempre le daba el beneficio de la duda. ¡Menudo error!
Supe quién realmente era cuando un día una amiga en común me invitó a almorzar y empezamos a hablar de esa chica. De repente descubrimos que esa joya de amiga se llenaba la boca hablando mal de nosotras dos y ahí supe ciertas cosas que no sabía de mí misma. Según, la creída aquella, yo era lesbiana y estaba locamente enamorada de ella. ¡Por Dios! Para empezar, no son lesbiana y si lo fuera, me fijaría en chicas mucho más atractivas que ella. ¡Hay que tener el ego en la luna para decir un comentario tan idiota! Encima de eso, la chica dijo que solo salía de noche conmigo porque soy tan fea que al lado mío, por comparación, ella se ve de revista. ¡Me quedé sin palabras! La menos grave de las faltas es que se quejó de que fui a su casa y lo estaba mirando todo. Como persona curiosa y creativa que soy, siempre me he distinguido por ser mirona. Observo con pasión los árboles, la gente, la ciudad e incluso aprecio la belleza humana sin ningún tipo de reparo. Los ojos se hicieron para mirar.
Demás está decir que esa loca megalómana dejó de ser mi amiga en ese instante, hace casi una década atrás. La he visto en varios lugares porque mi otra amiga no le retiró su amistad a pesar de haber barrido el suelo con ella y no, no he reconocido su presencia ni le he dirigido la palabra. Me la he encontrado en actividades sociales y profesionales y para mí no existe. Nunca la confronté porque discutir con una persona tan trastornada sería una pérdida de tiempo total y ella está muy bien enterada de todo lo que pienso de ella. Sería llover sobre mojado. La he observado con detenimiento en varias ocasiones y para su mala suerte, aún no me despierta mi apetito sexual ni ha logrado que me pase al otro bando. ¡Todavía me matan los hombres! Me pregunto si ella piensa en mí algunas noches con deseos reprimidos. Ladrón juzga por su condición.
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