Hace varios años tuve una coneja espectacular que estuvo en mi vida por 10 años. Ella era mi hija y excelente compañía. En ese entonces me hice novia de un chico que era alérgico a los conejos y sin ningún tipo de contemplación, me dijo a boca de jarro: “cuando nos casemos, le vas a dejar la coneja esa a tu mamá”. Mi primera reacción fue “sí, Pepe”. Por nada del mundo iba a dejar a mi coneja napolitana (era blanca, marrón y rosa) por aquel espécimen. Desde ese entonces he coleccionado razones por las cuales una mascota es mejor que un hombre.

Una mascota es mejor que algunos hombres porque:

• Las mascotas se pueden perder, pero siempre regresan a casa. ¿Puedo decir lo mismo de los hombres? I don’t think so.
• Las mascotas se emocionan cuando me ven. Literalmente se orinan por mí.
• A los animales no les importa si engordo 10 libras, si me salió un poco de celulitis por abusar del sodio o si los “squats” en el gimnasio me tonificaron los glúteos. Por su parte, los chicos son TAN visuales.
• Echarles una taza de comida seca es suficiente para los animales. A los hombres hay que prepararles comida tipo restaurante y si es por ellos, las mujeres terminan bailando y cantando como si trabajaran en Johnny Rockets para entretenerlos.
• Para las mascotas, yo soy el centro de su vida. Para los hombres, los deportes, las cervezas y los videojuegos son su razón de existir.
• Los animales me lamen sin esperar nada a cambio. Si un hombre me lame, esperan demasiadas cosas de mi persona.
• Las mascotas son buenas con los niños. Los hombres, bueno, depende el hombre.
• A los animalitos les encanta acurrucarse conmigo (“cuddling”). Los chicos, depende su estado anímico.
• La última razón y que para mí es la más válida: las mascotas siempre son fieles. Nada más con el testigo. La defensa descansa.

Demás está decir que mandé a volar a aquel chico. Hace un mes me casé con un ser estupendo que tiene más cualidades de mascota que de hombre. Es mi esposo, mi amigo fiel, mi amante de los animales que me entiende y, como le digo de cariño, mi conejo.

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